Cuando Marx fue Dios
- bingofuel

- 22 jul 2019
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El relato más conocido de Kafka ha conmovido por generaciones a lectores de todas partes del mundo. Si bien es presumible que es una autobiografía del escritor alemán, varios aspectos de la obra merecen un análisis profundo sobre el capitalismo y el utilitarismo enmarcados en la moral de “La metamorfosis”.

Gregor Samsa vive con su familia. Trabaja día a día, viajando y vendiendo productos para un rígido comercio. Una mañana, Gregor amanece y resulta que se ha convertido en un insecto. No puede levantarse, su familia se impacienta y el protagonista va de un lado a otro buscando remediar su situación.
Era la primera vez que Gregor se atrasaba; las agujas sobre el tiempo retrasado le marcaron aún más el cuello cuando su jefe se presentó en su casa. La relación de producción comenzó a resquebrajarse ante la mínima falta de tiempo; el jefe no tolera que Gregor no esté produciendo.
Gregor es preso de su capacidad de producir, del modo de producción que Marx alguna vez mencionó. Sin este modo de producción, su jefe está produciendo y generando menos riqueza; y a su vez, la familia Samsa está percibiendo menos en tanto Gregor cambió su modo de producción.
Nadie jamás entenderá por qué Gregor se convirtió en un insecto; un modo de producción que ya no encaja en la estructura capitalista. Y el problema para Gregor es que no entiende muy bien sobre este hecho: está fuera del alcance que solía tener, el de producir y ser querido por producir.

Los insectos no cuadran en una relación de producción ni de lazos personales. En realidad, tampoco cuadran dentro de nuestra sociedad y esto Gregor no lo entiende aún. ¿Quién no pisa un insecto por la repugnancia que nos genera? O lo que es más evidente, ¿qué vida útil le hallamos a un insecto que camina por el piso?
Aristóteles dice que el hombre es un animal político y por añadidura, social por su capacidad de relacionarse con sus pares. Los lazos personales que Gregor tenía con su familia lentamente se van diluyendo porque es un insecto y perdió su capacidad de producir. ¿Si los lazos existían en tanto y cuanto Gregor producía, el no era un animal del capital? Es un interrogante que Aristóteles se habría hecho en la sociedad moderna.
Gregor se parece a un animal que fue entrenado para obedecer al mantenimiento económico de su familia. Según lo poco que cuenta Kafka, Gregor antes de su metamorfosis jamás se reveló a su trabajo o a llegar temprano. Nuestro protagonista adolece de sueños o de la idea de una vida nueva. Marcuse, en “El hombre unidimensional”, retoma la teoría crítica para hablar de la sociedad moderna hablar de un hombre que “carece de una dimensión capaz de exigir y de gozar cualquier progreso de su espíritu”.
Para este tipo de hombre, “la autonomía y la espontaneidad no tienen sentido en su mundo prefabricado de prejuicios y de opiniones preconcebidas”. Gregor estaba prefabricado en su cosmovisión del mundo. Estaba domesticado para no tomar los medios de producción haciendo provechoso su modo de producción. Marx fue Dios en este relato, y decidió castigarlo convirtiéndolo en insecto.

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