Justicia argentina: Maktub, la sentencia
- bingofuel

- 14 mar 2023
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La judicialización de la política es una realidad. El lawfare ha invadido una región donde la izquierda, entre promesas de sueño y vaivenes internacionales poco felices, hacía pie como nunca antes se había visto. Pero contrario a los vientos de renovación del último tiempo, el cuarto poder que alguna vez Noam Chomsky bautizó a mansalva, mantiene viva la espectacularización judicial incluso en casos de poca relación política.
Ese cuarto poder, el periodismo, ha logrado nuevamente (pese a los pronósticos de su muerte agónica) retomar la senda de la “Agenda setting” con tanto éxito que determinó la agenda de todos, y más preocupantemente, del fuero judicial. Ni siquiera McCombs y Shaw, ideólogos de la Teoría del establecimiento de la agenda, imaginaron que los tribunales serían manejados como títeres. Ni en tiempos de Watergate.
De repente un caso del fuero penal de Dolores toma por asalto la cobertura mediática, con la particularidad de ofrecer prácticamente todas los elementos probatorios y audiovisuales a la población. En la era de las cámaras de seguridad y teléfonos smart, los argentinos vieron en vivo y en directo el asesinato de un chico caído y golpeado por autoría y participación de otros ocho sujetos.
Imágenes elocuentes, abundancia de testigos, historias desoladoras. Todo comenzó en enero de 2020 y se mantuvo durante un mes y medio, hasta el inicio de una pandemia que postergó la definición judicial, en tanto los ocho acusados cumplieron una prisión preventiva de tres años bajo la lupa mediática.
La reactivación de la causa vino acompañada por una guerrilla mediática que recuerda a los años de reality judicial que tuvieron lugar entre diciembre de 2015 y 2019. Cámaras grabando en tiempo real a un exvicepresidente acusado y procesado, saliendo humillado en pantuflas de su domicilio; o bien una serie de notables abogados tocando la puerta en canales de televisión, radios, editoriales de prensa gráfica para dar sus opiniones autorizadas; entre otros episodios nefastos.
El justificativo por la doctrina Irurzún, que prima la prisión preventiva por supuestos peligros de entorpecimiento o fuga de acusados, se estableció en un país donde la promesa de justicia independiente se esfumó en un lejano suspiro de 2013, y donde los 4 hacendados de la Corte bien podrian salir de la inolvidable “Justicia para todos” de Al Pacino. El festival dantesco de “hacer justicia” se entrometió en el imaginario colectivo, por espectacularización y tinte vengativo.
Tampoco podría pasarse por alto la criminalización de las organizaciones sociales y sindicatos de aquel período, dado que todo tiene como último responsable al cuarto poder. Pareciera que la etapa de instrucción y debido proceso no sólo comienza en sede judicial, sino que también en canales de noticia. Títulos que desangran, descalifican, o entrevistas obscenamente parciales.
Es gráfico recordar un pasaje de la novela “El Proceso” de Franz Kafka. Un pintor le mostró al protagonista de la historia, quien estaba detenido por razones desconocidas, un dibujo sobre la Justicia que había hecho por encargo. Lo particular es que la figura representada tenía una venda en los ojos y una balanza colgando. “No es una buena combinación, la Justicia tiene que reposar, sino se moverá la balanza y no será una sentencia justa”.
El dibujo de este pintor recuerda mucho a los medios de comunicación que se interesan tanto por las causas del peronismo y los 8 condenados de Zárate. O bien, darle el título de “Maktub” a condenas que por puño, letra y palabras de Cristina Fernández ya “están escritas”, es ocurrente en el llano. Porque el Tribunal Oral Federal N° 2 que le dio 6 años de prisión e inhabilitación política perpetua a la vicepresidenta, se ha valido de las mismas presiones que los tres magistrados de Dolores por el mantra “justicia es perpetua para los 8”.
Pero en relación a la Causa Vialidad, la más política y mediática de todas las imputaciones que la derecha orquestó contra Cristina Fernández, tuvo un desenlace igual de peor que su etapa de instrucción. Sin probarse las supuestas maniobras fraudulentas ni enriquecimiento de a quien se juzgó, haciendo caso omiso de las arbitrariedades de la investigación y amenazas de grupos (bien podría llamarse) de tareas del macrismo, la sentencia estaba escrita.
La verdadera maquinaria fraudulenta de los años de juicio por la Causa Vialidad la administraron los medios de comunicación, y por ende, una justicia obediente al establecimiento de agenda (y a la derecha). Porque el fraude de los Macri al Correo Argentino, las causas por escuchas ilícitas, la AFI y la preocupante fuga de capitales (en tiempos de un préstamo millonario del FMI, públicamente reconocido de carácter político) no fueron cubiertos. Por lo tanto, no fueron investigados.
Es más reciente la denodada decisión mediática de poner la lupa sobre el caso Baez Sosa antes que por femicidios u otros asesinatos igual de terribles por el grado de alevosia. Los seis violadores de Palermo o el nuevo juicio por el femicidio de Lucía Pérez, son solo dos ejemplos de casos que tuvieron una cobertura mucho menor y resoluciones poco oportunas.
Poco se ha dicho sobre que uno de los imputados de violar a una joven en Palermo a plena luz del día, aún en estos días la acosa enviandole mensajes por Instagram. Mucho menos, a excepción de medios independientes, se habló sobre la reapertura del femicidio de Lucía Perez tras la vergonzosa absolución que gozaron los victimarios.
Quizas, como la toga de los jueces no pasó por la tintorería mediática en esos casos, los procesos no se aceleraron ni trataron con la seriedad que lo merecen en los tribunales. Y en paralelo, los casos resueltos con más premura tuvieron la (poco) maravillosa estampa árabe del refrán Maktub. Porque en la justicia argentina todo está escrito, casi siempre en letra de molde.




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